Historias mínimas y cotidianas de una pasajera que vino al sur por fin, luego de anhelarlo largamente.
domingo, 10 de junio de 2018
Perderse
Es fácil perderse en Buenos Aires porque Buenos Aires se parece mucho a sí misma. Y porque son demasiados nombres y me olvido. Es más sencillo orientarse en una ciudad con números: del uno sigue el dos; del seiscientos el setecientos. La lógica que ordena estos nombres me es ajena, así que cuando me alejo un poco de la pequeña zona que he alcanzado a dominar, me pierdo irremediablemente. Renuncio a Google y sus mapas por un rato. Avanzo. Leo nombres en vitrinas y paredes. Cuando siento que he ido demasiado lejos o me da la impresión de que las calles comienzan a ponerse hostiles, miro el siempre confiable celular. A veces entiendo, sé en qué dirección debería ir. Otras, no. Apuesto. Si me asusto mucho, tomo un taxi, le pido que me lleve a la casa que no es mía y subo corriendo las escalas. Al cerrar la puerta, respiro y tiemblo un poco. Estoy a salvo, tengo todo en los bolsillos. Pasarán muchos días antes de que vuelva a salir, y todo me parecerá raro y tendré miedo. Pero sabré disimularlo, como tantas cosas.
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