Y
el ansiado, temido y cacareado regreso, aconteció. Volví a Medellín
en plan de vacaciones, en pleno fin de año y por momentos me da la
impresión de no haberme ido nunca. Volver a lo propio, al lugar que
es de uno y que conformó gran parte de lo que uno es, se torna una
operación casi natural.
La
ciudad tiene cosas nuevas, pero es en esencia la misma y estar en
ella, recorrer sus calles y visitar los lugares que me gustan es como
retomar la vida luego de haberle puesto “pause", como a una
película. Al menos eso parece al principio y a grandes rasgos,
porque entrados en detalles y mirando más de cerca, la película no
se detuvo. Por supuesto que no lo hizo pues, para empezar, no es
una. Las vidas de todos siguieron su rumbo y algunos ya no viven en
las casas que conocí, otros están casados, algunos cambiaron de
trabajo o salieron de la universidad, mi gato ahora ya no es sólo mi
mascota sino la de toda la familia y el tiempo hizo pequeñas fisuras
en los vínculos, imperceptibles la mayoría pero que en ciertos
momentos se perciben.
Nada es grave ni irremediable; todo hace parte del camino que elegí recorrer este año y que me llevó un poco más lejos que de costumbre, más al sur, donde estaba puesta desde hace mucho una parte de mis sueños. No diré que ha sido fácil: en otros escritos he dejado entrever las dudas, la tristeza, las incertidumbres. Sin embargo, no tengo nada de qué quejarme: ha sido lo que quise, lo que decidí y he vivido también momentos maravillosos, me he reído a carcajadas, he conocido la tranquilidad en todas sus formas, he aprendido lo indecible.
Los que me conocen hace tiempo y están aquí, en el lugar al que volví y desde donde hoy escribo, han sabido acompañarme en mi decisión y en la distancia, haciéndola menos pesada y abriendo de nuevo sus brazos a mi retorno, haciéndome otra vez un lugar en el mundo. Y los que están allá, en mi nuevo espacio vital, me han recibido con toda la disposición para hacerme sentir como en casa, para mostrarme cómo se vive lejos de ella y cómo es posible querer a más personas, hacer nuevos amigos y reconocer las muchas caras que tiene la existencia.
A
los de aquí, a los de allá, a los virtuales, infinitas gracias por haber hecho de
este año uno que jamás voy a olvidar.
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