Hago las dos cosas, por supuesto, pero ya no tengo claridad sobre cuál es el lugar de partida y cuál el de llegada y eso es lo raro de todo. Siempre me estoy yendo. Siempre estoy llegando.
Al final, la única certeza es que nunca me quedo.
Me acordé de una canción. Será mi himno temporal.
EL EXTRANJERO
(Enrique Bunbury)
Una barca en el puerto me espera
no sé donde me ha de llevar
no ando buscando grandeza
sólo esta tristeza deseo curar
Me marcho y no pienso en la vuelta
tampoco me apena lo que dejo atrás
solo sé que lo que me queda
en un solo bolsillo lo puedo llevar
Me siento en casa en América
en Antigua quisiera morir
poarecido me ocurre con con africa
Asilah, Essaouira y el rif
Pero allá donde voy me llaman el extranjero
dodne quiera que estoy el extranjero me siento
También extraño en mi tierra
aunque la quiera de verdad
pero mi corazpón me aconseja
los nacionalismos que miedo me dan
Ni patria ni bandera
ni raza ni condición
ni limites ni fronteras
extranjero soy
Pero allá donde voy
me llaman el extranejro
dodne quiera que estoy
el extranjero me siento
porque allá donde voy me llaman el extranjero
dodne queira que estoy
el extranjero me siento
Nunca había pensado en esa situación tan extraña que vives. Hoy más que nunca entiendo el título de tu blog.
ResponderEliminarLo que deseo de todo corazón es que siempre estés contenta, así estés de paso.
Saludos.
PS: Me acabo de acordar de un libro que leí en mis años universitarios: El síndrome de Ulises de Santiago Gamboa. El síndrome del que habla el autor es muy fuerte, debe ser algo muy duro de vivir y tal vez sea similar a lo que sientes. El libro en sí no me llenó, pienso que el tipo exageró con las escenas de sexo. El lío es que nunca le creí al personaje que se las levantara a todas. En fin, mejor dejo de divagar.