domingo, 17 de abril de 2011

La pregunta del millón


Mucha gente, en cada lado de la ecuación, se pregunta por qué somos tantos los colombianos que estamos viniendo a parar a Argentina. Los que están en Colombia y oyen hablar cada vez más seguido de que algún familiar, o el amigo de un amigo están en estos lares, se preguntan qué carajos es lo que están dando más al sur, que todos nos empeñamos en bajar. Y los argentinos, a quienes ya se les ha vuelto habitual escuchar nuestro acento en las calles y en todo lugar al que van, se preguntan qué carajos es lo que no están dando en Colombia, que estamos llegando sin parar. 

Como dejé claro al inicio de este blog, en mi caso venir a Argentina fue algo que siempre quise por razones más bien estéticas, por una afinidad sentida desde hace muchos años con la música y las letras de esta tierra, y creo que también por cierta admiración hacia el espíritu aguerrido de su gente, aunque algunos no vean en ello más que arrogancia. Pero ese no es el tema en discusión en este momento.

Lo es la pregunta por la razón de esta especie de "éxodo", y la verdad es que después de hablar con muchos colombianos que están aquí y con muchos argentinos que conocen colombianos, la respuesta más frecuente tiene que ver con las posibilidades de estudio que ofrece este país, en el que la formación de pregrado es gratuita en las universidades públicas para todo el que esté en suelo argentino y la formación de posgrado tiene precios irrisorios al lado de lo que tenemos que pagar en Colombia, sea en universidades públicas o privadas. Baste decirles que con lo que cuesta hacer una maestría en Colombia, uno puede venir aquí, pagarla completica y prácticamente vivir más o menos dos años (como estudiante, claro) sin necesidad de trabajar siquiera. Sí, veinticinco millones de los nuestros –que es lo cuesta una maestría promedio, al menos en Medellín- alcanzan perfectamente para eso 


Cuando uno le cuenta eso a los argentinos, no lo pueden creer. Aquí la educación es gratuita desde los tiempos de Perón (según me estuvieron contando) y eso no cambió ni durante la última dictadura, ni en sus peores momentos de crisis. Entonces pasa eso, que no lo pueden creer y hasta nos comprenden, nos reciben mejor de lo que uno se imaginaría con esa fama que tienen ellos de engreídos y nosotros de violentos. 

Actividades culturales y educativas hay por montones (sobre todo en Buenos Aires), y muchas son gratuitas. Por ejemplo, cuando llegué había inscripciones para un programa de enseñanza de idiomas patrocinado por el gobierno de la ciudad, y un amigo que lleva ya varios años aquí me dijo que fuéramos a inscribirnos. Yo estaba en un dilema, porque no sabía si estudiar inglés o portugués, y hasta el día que fuimos a anotarnos (que resultó ser el mismo de los exámenes de nivelación) no había tomado la decisión. Cuando íbamos para allá le conté que no sabía cuál escoger, y ahí me llevé mi segunda gran sorpresa -la primera era la existencia del programa mismo-: podía matricularme en los dos, y en tres o cuatro si quería, sin pagar un solo peso, sin escribir ninguna carta solicitando el beneficio. Llegamos y, efectivamente, pude hacer las pruebas para ambos idiomas y una vez establecido mi nivel me preguntaron mi nombre, el número del pasaporte y en cuál de las sedes me quedaba mejor recibir las clases. Pregunté varias veces si querían ver mi pasaporte o tenía que llevar copias a algún lado para oficializar la inscripción pero no, nada de eso era necesario, bastaba con que les dijera el número y ellos me creían y yo podía empezar clases el lunes siguiente.

No digo que Argentina sea un país perfecto; es cierto que no a todos los latinoamericanos los reciben tan bien como a nosotros, que en el norte hay hambre y miseria, que la programación de televisión deja mucho que desear, pero todos son males muy menores comparados con aquellos a los que nosotros estamos acostumbrados y tristemente resignados.

La imagen que acompaña esta entrada la tomé en la rectoría de la universidad donde estoy cursando mi maestría, y cuando la vi me pregunté si alguna vez veremos algo así en Colombia. Como tengo poca fe y he estado durante años vinculada a la Universidad de Antioquia (como estudiante, profesora e investigadora), me temo que es poco probable… todo apunta más bien a lo contrario, a que la educación pública en el nivel superior (que es muy económica para algunos, aunque no gratuita) tiende a reducirse cada vez más y que la formación profesional seguirá siendo un privilegio de los que puedan pagar o tengan un deseo tan decidido que estén dispuestos a endeudarse y empeñar la mitad de su vida para pagar unos estudios que les permitan aspirar a ganarse más de un mínimo.

(En otras noticias, les cuento de pasada que la salud es también gratuita y para todos, que no hay que ser argentino para que te atiendan en urgencias, que los medicamentos que te mandan te los dan en el hospital antes de que salgas para tu casa… pero de eso no sé tanto ya que, por fortuna, no he tenido que pasar por ninguno).
     

2 comentarios:

  1. En Brasil también,pienso yo,como Colombia.
    és una lástima
    aqui también piensamos,los brasileños,que los "hermanos"son arrogantes
    Pero coñecí la Argentina,Buenos Aires y Ushuaia y hablo que son personas,como todas en el mundo.
    Lo que me admira son que los argentinos,en las películas,en la literatura,destacanse más,mucho más que nosotros...

    He publicado en facebook Marda ;)

    Besos

    ResponderEliminar
  2. Para un país históricamente de ultraderecha como Colombia es imposible pensar que la educación y la salud son gratuitas. No, desliguémoslo del pago, es imposible asumir que la educación y la salud son un derecho.
    Ojalá hoy, en este instante en que se profundiza la crisis del sector salud y una reforma legislativa amenaza de manera profunda la escasa educación pública (el chiste que llamamos nosotros educación pública) deberíamos ver ejemplos como este país y lo que significa para su desarrollo. Me gusta eso de los argentinos.

    ResponderEliminar