lunes, 13 de junio de 2011

Tres meses después...

Tres meses han pasado ya. No puedo decir que se han ido volando, pues el tiempo tiene un ritmo extraño cuando uno no pertenece al lugar en el que transcurre. Se hace pájaro y tortuga, vuela alto y luego se cae, igual que yo. Tres meses, tres casas, dos ciudades habitadas, demasiadas palabras estridentes de las que me escondo en silencios hondos e inexplicados. Si lo pongo en semanas parece mucho más: vendrían siendo doce, casi trece. No sé qué medida me resulta mejor, si la que extiende o la que contrae. Quizá no me convenga ninguna y sería más sensato no pensar en el tiempo, no contarlo, como los presos de todas las películas, sobre todo porque si algo tiene este viaje es que es la afirmación más contundente que he hecho de mi libertad. Me lancé de cabeza hacia el sur que siempre quise, asumí por fin mis deseos postergados, me acepté como única compañera de viaje y vine aquí dejando atrás certezas, seguridades, comodidades… y hasta al gato. 

Hice lo que quería sin pensar en nadie distinto de mí, sin pedir permiso, sin dejarme tentar por las ofertas de estabilidad que empezaban a llegar. Era ahora o nunca. Una postergación más equivalía a la renuncia y sabía muy bien que si renunciaba iba a llegar un momento en mi vida en que no me lo iba a perdonar. Todo fue entonces más acción que pensamiento, una carrera vertiginosa e imparable que terminó en mejores condiciones de las que me hubiera imaginado nunca. El Estado argentino me dio algo que difícilmente me hubiera dado el colombiano: dos años para dedicarme nada más que a estudiar, dos años sin preocuparme por las cuentas que se acumulan, dos años para sentarme a pensar, a leer, a escribir sin prisas, sin pasar por la experiencia casi sacrificial de trabajar ocho horas diarias y estudiar doce semanales, y dormir a duras penas seis cada día… Y lo único que tengo que hacer para pagar es regresar a mi país, entregarle a Colombia lo que Argentina me está dando. Si quería esta tierra desde antes, ¿cómo no amarla ahora? No necesitaba más razones, y sin embargo las tengo. 


(Imagen tomada de: http://bit.ly/lOQm2O)

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