martes, 3 de abril de 2012

Impresiones encontradas

No sé cómo empezar ni por dónde, pero quiero decir algo sobre un par de amonestaciones o advertencias con cariño que recibí sobre mi blog. Dos amigos muy cercanos, que me conocen hace tiempo y a quienes quiero mucho, me dijeron en tono preocupado que tuviera cuidado con lo que escribo, que no me expusiera tanto, que encontraban "muy personales" algunos de los escritos que he publicado en mi blog. 

Yo leo y releo y me digo que sí, que es cierto, que hay cosas muy personales, pero no encuentro que haya ningún problema en ello. Mi blog, de hecho, es un espacio personal, no profesional; no aparece en mi currículo ni está asociado a mi cuenta de correo "seria", no lo difundo más que entre mis amigos y contactos de twitter y, aunque ellos lo compartan y de ese modo pueda llegar a ser leído por desconocidos, no hay ninguna referencia a cómo me llamo o dónde he trabajado como para estar atemorizada acerca de sus efectos.

Aunque me pregunto, ¿cuáles efectos? ¿Qué sería lo tan malo que me podría pasar si se supiera que soy yo quien escribe esas reflexiones sobre un viaje, una beca, tres ciudades, lo que me ha implicado ser mujer, lo que siento respecto del lugar que me vio nacer y en el que he visto morir a tantos? ¿Por qué es inconveniente expresar y dar a conocer ciertas cosas que pienso y siento y que, -según he podido constatar desde que creé Pasajera en trance- otras personas también han sentido? 

Sigo releyendo. Hablo de cómo vivir en Argentina fue un sueño muy temprano, explico por qué elegí títulos y pedazos de canciones para nombrar ese espacio virtual en el que escribo, cuento cómo viajo, qué suscitan en mí las estaciones, qué cosas extraño, qué me gusta de los lugares que he conocido, qué se ha vuelto paisaje, qué palabras me hace falta usar, cómo viví mi regreso temporal a Medellín y algunas cosas que se me ocurren ante acontecimientos puntuales, como la balacera del 7 de febrero o el día de la mujer.

 Caigo en cuenta de algo: mis dos amigos me expresaron sus reservas sobre lo que escribo después del texto del 8 de marzo. E intuyo que lo que les hizo ruido no fue tanto que mencionara que durante años peleé con la idea de ser mujer, o que diga que mi padre me dedicaba "Niña bonita", o que jugaba fútbol (aunque también muñecas). 

No. Me temo que eso no es lo personal que les inquieta. Lo que encendió sus alarmas -creo- fue que entre las varias cosas que menciono digo sin eufemismos que odiaba menstruar. Y eso no se dice. Las mujeres a duras penas podemos decir que estamos con la regla o que nos llegó el período, y en contextos más informales he oído un rebuscadísimo: "tengo al América de Cali jugando de local". Aquí en el sur hay que decir: "estoy indispuesta", por más vital que uno se sienta. Pero preferiblemente no debemos decir nada al respecto, con ninguna palabra, sobre todo no con aquella que más directamente nombra eso que nos sucede cada mes salvo que la maternidad o la menopausia acechen. 

Puedo estar equivocada y voy a preguntarles; seguramente no fue sólo eso y hay otras razones más elaboradas y sensatas. Uno de ellos se refirió a que las cosas que digo podrían no ser bien vistas en futuros lugares de trabajo. El otro, con mucha cautela y afecto, me expresó sus diferencias respecto a la difusión abierta de relatos tan íntimos. Agradezco su cuidado y su preocupación, pero no comparto sus temores ni sus reservas. Pasajera en trance es, más que cualquier otra cosa, un ejercicio literario, un lugar para pensar en voz alta y, también, para hacer visibles ciertas facetas de mí misma que suelen quedar ocultas debajo de mis silencios cotidianos. Nada de lo que he publicado me parece demasiado íntimo o por lo menos se trata de cosas que no me molesta ni me perturba que se sepan. Siempre pienso en eso antes de dar el clic final. 

3 comentarios:

  1. Yo tengo un par de cosas que decir al respecto. Desde hace varios años he hecho el ejercicio de escribir, es sano y refrescante. Como que se pone uno en equilibrio con lo que tiene adentro.

    He tenido por ahí unos 6 blogs o más. Todos los he cerrado en diversos momentos por una o otra razón; arranques hormonales, dicen mis amigos más cercanos.

    Sin embargo, cuando cerré mi último blog, la conclusión a la que llegué fue la siguiente: todo lo que contaba era muy, muy personal.

    Y es simpático encontrarse con eso, porque a pesar de todo uno tiene pudor.

    Yo llegué a sentir que la gente me miraba en la calle por lo que escribía, pero eso es falso! A nadie le importa lo de uno; y lo que hace interesantes los blogs personales es precisamente eso, que uno puede meterse en la intimidad del otro, en medio de los millones de opciones que existen en la red. Se mete en su intimidad pero ni siquiera lo conoce, siente empatía, sufre o se ríe con lo que cuenta, y no lo conoce, quizás nunca lo conocerá.

    Lo que hace especial lo que uno escribe es su experiencia, porque es suya y de nadie más!

    Ando en esa duda, en ese descubrimiento. Todos los escritores nos hacen maravillar con una ficción que de pronto no lo es tanto. Jonathan Franzen dice "es que la gente cree que la ficción es mentira". Cómo hace uno para identificar lo que es cierto y lo que no, lo que es personal y lo que no? En eso consiste la magia de escribir, de transmitir una idea. El protagonista de una historia no es un personaje, es una idea.

    Sus amigos la censuran desde lo personal, porque la conocen, quizás desde hace muchos años. Y la censuran desde ese lamentable punto de vista ultra ortodoxo de nuestras ciudades coloniales y sus resabios atávicos.

    Yo la leo siempre y disfruto hacerlo porque percibo una melancolía bonita y eso no hay que censurarlo, porque es usted, porque es suyo. Es, siendo un poco románticos, su libertad.

    Y en lugar de hacerme persignar, lo que me da ganas es de robarle tiempo algún día para que nos tomemos un café.

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  2. Creo que eres libre de escribir lo que te guste escribir. Tu libertad llega hasta donde comienza la del otro... y en ese orden de ideas creo que no le haces daño a nadie con tus historias, más que a la mente pudorosa de tus amigos. Para no escribir de más, simplemente te quiero decir que a mi también me gusta leer lo que escribes y también te aliento a que sigas firme y sin miedo a expresarte. Contar esas cosas requieren valor. Creo que si quieres ser igual a los otros 7000 millones de personas de este mundo... pues deja de escribir y cierra el blog, pero si quieres ser diferente y encontrarle algo de sentido a todo, aférrate a tus convicciones, que aquí afuera hay más de uno que está perfectamente de acuerdo con que escribas sobre lo que sientes. Ojalá y otros tuviéramos el valor de expresarnos así. ...algún día les contaré a mis nietos sobre una amiga revolucionaria que tenía por allá en el 2012...

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  3. Casi que no me puedo sentar a responder, qué descortesía. Primero, les agradezco a ambos por leerme y, sobre todo, por haberse animado a escribir para decirme lo que piensan de las cosas que pongo aquí.

    Con Jean Marcel, como casi siempre, comparto varias de sus apreciaciones, sobre todo lo que tiene que ver con que uno no es nadie y, en esa medida, las cosas personales que se dejan ver en estos espacios no representan mayor riesgo. Lo paradójico es que justamente ese poder el interior de seres anónimos, tiene su encanto. El café ya llegará, y no se me olvida que hay una foto que lo anticipa.

    A Andrés he de decirle que me sorprende mucho que le parezca que contar lo que cuento es un acto de valor, pero tal vez sea cierto. Lo que es innegable, y señalan los dos, es que es un ejercicio de mi libertad y que planeo seguir haciéndolo. Por último, me mató eso de la "amiga revolucionaria"... ojalá diera para tanto.

    Un abrazo y, de nuevo, gracias por leerme.

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